jueves, 13 de septiembre de 2007

Adriana Mufarrege, persona, situaciones, mente e instantes.

ADRIANA MUFARREGE
Adriana Mufarrege indaga en la dinámica de la soledad, se ausculta a sí misma y a los personajes, generalmente femeninos, protagonistas de una obra, realizada en acrílico sobre tela, en la que el color es importante, dado que ayuda a definir estados de ánimo. Sus personajes son simbólicos, busca a través de los mismos resaltar instantes que se suceden, de forma aparente, de diferente manera en entornos urbanos, en escenas en lagos y campos, donde el sol manda, en estructuras que se intuyen geométricas, formales, estructuradas en torno a composiciones que se definen desde por y para, hasta sus ideales entornos. Son personajes que están ahí, posando para la creación de la pintora, captándolos como si fueran instantes fotografiados, ralentizados, contrastándolos con el fondo, en el momento preciso, en la concomitancia de la propia evidencia. No busca subterfugios, sino pretextos compositivos, que son aquellos que se ubican en estudiadas composiciones, en las que lo importante no es el entorno sino el personaje, pero, en realidad, una visión más profunda de la estructura nos revela una intensidad distinta de sus intenciones. Si la figura femenina se encuentra en la piscina, en entornos rurales, en bosques con árboles, en el lago, hay una sensación de frescura, mientras que si el personaje femenino se ubica en la ciudad, en el conglomerado de edificios, muestra una determinación especial, como si se erigiera en protagonista al margen del entorno. Es como afirmarse en la humanidad, siendo la urbe el decorado de fondo, que no está por casualidad, pero que no deja de ser complementario en su caso. Más profunda compenetración revelan sus mujeres con la naturaleza, aparentemente ubicadas en un entorno natural, en armonía con el ser. En su obra la importancia de la mente es importante, en el sentido de determinar el alcance de sus pretendidas meditaciones, porque, es fundamental escoger el entorno para definir la problemática en la que se sitúa la figura. Aparentemente no hay conflicto, pero sí fusión entre una dinámica compositiva y la humanidad de la mujer, aquella que se pretende amable, reconocida, próxima a nosotros, muy cerca de la trascendencia, en el sentido de que, a partir de lo cotidiano, establece un amplio registro de posibilidades. La anécdota es importante porque no es tal, sino un reflejo claro de un instante de la existencia. Una existencia que se revela plácida, tranquila, acompañada de una actitud de serena profundidad. No hay visión más sustancial que la propia consecución de la vida, es decir que optamos por vivir el momento, porque a partir del mismo alcanzamos la transformación interior. Si mente y cuerpo funcionan de forma distinta, las sensaciones no se concretan y no se puede avanzar. De ahí que resulte especialmente lograda su actitud de armonía con el entorno bien sea este urbano o rural en toda su extensión, entendido como bosque ideal en el que situarse bajo un árbol de belleza contrastada. Realismo, sol, sombra, luz, mucha luz, sombra de nuevo, pero colores conjuntados, sin aspavientos, dentro de una realidad con ausencia de la prisa, que se pierde en los momentos, que vive los instantes en línea con la determinación natural. Joan Lluís Montané De la Asociación Internacional de Críticos de Arte