domingo, 30 de septiembre de 2007

Martín Soubiate y su provocadora paleta.

Arte y Compromiso
La oportunidad que se me presenta es doblemente singular, encontrarme con la posibilidad de valorar una realidad plástica de contenido expresivo tan viva y evidente, como la que presenta Martín Soubiate, y la posibilidad de opinar sobre la realidad tangible de una conciencia social, tan adecuada para la representación artística como cualquier otra, pero que en la paleta de Soubiate cobra fuerza humana, traduciendo factores sociales en una dinámica de representación expresiva.
El expresionismo mantiene una regla básica que une, en la técnica, valores fundamentales comunes a todos los pintores, sea por la fuerza del sentimiento interior que los mueve, como en los colores, la materia y los contrastes. Soubiate muestra en su obra todos los condicionantes propios de la sociedad en que se desarrolla; y en efecto, no siendo ajeno al condicionante estético instalado en gran parte de los pintores del Cono Sur, puede expresarlo con la fuerza y capacidad de síntesis que su juventud le permite, al tiempo que abstraer los sentimientos más profundos de la característica fundamental del sentir latino, del cual forma parte. Fuerza y poder en el movimiento, color en la luz y equilibrio en la composición, confieren a la obra de Martín valores universales que acompañan un motivo trascendente. Para aumentar la expresión, Soubiate, comprime el espacio y provoca el enfrentamiento entre las figuras y el Mundo que los rodea, consiguiendo con ello una realidad doble. Él no forma parte sin embargo, de la realidad que plasma en sus cuadros. Se mantiene al margen de ellos. Su punto de vista se distancia de la metáfora, y ahí entronca con la realidad representada por los impresionistas, pero a diferencia de éstos, carga su paleta colores, desdibujando el ambiente, constriñendo el objeto hasta conseguir que el objeto pintado sea espectador de la situación que los rodea. Parecen decir “Me miras..., pero yo también te veo”. Una inquietud joven, descontenta y fugaz, como corresponde a este pintor joven, que ya en su corta trayectoria, ha demostrado un soporte técnico apreciable, a la vez que un sentimiento profundo en sus pretensiones. Parece haber comprendido, tan pronto, que la cualidad fundamental del artista se demuestra en el sentimiento, y no en la plasmación cotidiana de la realidad. Sus personajes, al igual que le ocurría a Cezanne, expresan sentimientos individuales y concretos, que trascienden a la obra de arte. Todo tiene un trasfondo denso, nada improvisada o casual, porque la intención es decisiva e íntima. Por fin es Soubiate un hombre de su tiempo, capaz de captar realidades lejanas, e interpretarlas como propias, en una yuxtaposición de sentimientos que le hacen pasar de su realidad argentina a una realidad universal, que sus personajes o sus símbolos expresan de manera natural. La vida es pura expresión.
Manolo González - Fuengirola, Málaga

Ivone Tejerina, el poder evocador de la aguada

Ivone Tejerina, el poder evocador de la aguada
Las acuarelas de Ivonne Tejerina exhiben bodegones ‘mínimos’, evocando el poder de la aguada en un entorno sutil y sensual, en el que los objetos de cristal, jarrones, copas y fruteros predominan, mostrando frutas, zumos de fruta y pétalos de flores como nota de color. Centra la composición, procurando situar la dinámica de los elementos en mitad o a los lados del escenario. Busca con ello elaborar una obra marcada por la presencia de objetos y frutas en armonía, en línea con sus claros efluvios, presentados dentro de un destacado equilibrio, en la que predominan las sugerencias, sin imposiciones.
La búsqueda de la fluctuación en bodegones mínimos, sin abusar de elementos, es fundamental para poder recrear las condiciones adecuadas a partir de las que consolidar un discurso claramente poético, intimista y personal. Predominan los tonos rosáceos, amarillos, blancos, verdes, azules y violáceos, marcados por la impronta de la evidencia, encaminada en la determinación, es decir que son esenciales para trasladar al espectador una idea de sensibilidad estudiada. Dibuja los elementos, ubicándolos, determinando su posición con claridad, para, luego, complementarla con la incorporación del color, de diferentes tonos, que llena y determina quien es quien en la objetualidad y las piezas de fruta. Es decir que la pincelada es controlada, medida, buscando la armonía en entornos perfectamente dibujados, sin salirse de la propia determinación final. Sus bodegones son expresamente sucintos, porque busca la serena distancia de lo barroco, permitiéndose consolidar espacios a medida, generados a partir de una actitud calculada, justa, armónica, ubicada en la actitud, siempre considerando las posibilidades de desarrollo de la idea. Traza un discurso específico a partir de la voluntad de la esencia del color, aquella que le permite saborear cual perfume, el sabor del cromatismo, la evidencia de los planos de tonos intermedios, pero siempre procurando destacar la temática y su contenido. No pretende dar protagonismo a los fondos, sino que se interroga por la composición, dado que el dibujo es el protagonista, para compaginarlo con el poder evocador de la aguada. De esta manera dibujo y trazo, color y forma siguen un discurso marcado por un guión establecido, que, sin embargo, posee una naturalidad evidente, una presentación fresca, directa, agradable, envolvente, hasta el punto de que capta los sentidos para entablar un diálogo a múltiples bandas. La evocación de lo sugerido manda en el complejo sentimiento de que lo que presenta es sugerente porque es bello y la belleza descansa en los recovecos de los detalles del alma. Así, alma, determinación cromática, desarrollo compositivo y espacio se funden en un discurso que huele a música perfumada de las fragancias cromáticas. Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte