domingo, 30 de septiembre de 2007

Ivone Tejerina, el poder evocador de la aguada

Ivone Tejerina, el poder evocador de la aguada
Las acuarelas de Ivonne Tejerina exhiben bodegones ‘mínimos’, evocando el poder de la aguada en un entorno sutil y sensual, en el que los objetos de cristal, jarrones, copas y fruteros predominan, mostrando frutas, zumos de fruta y pétalos de flores como nota de color. Centra la composición, procurando situar la dinámica de los elementos en mitad o a los lados del escenario. Busca con ello elaborar una obra marcada por la presencia de objetos y frutas en armonía, en línea con sus claros efluvios, presentados dentro de un destacado equilibrio, en la que predominan las sugerencias, sin imposiciones.
La búsqueda de la fluctuación en bodegones mínimos, sin abusar de elementos, es fundamental para poder recrear las condiciones adecuadas a partir de las que consolidar un discurso claramente poético, intimista y personal. Predominan los tonos rosáceos, amarillos, blancos, verdes, azules y violáceos, marcados por la impronta de la evidencia, encaminada en la determinación, es decir que son esenciales para trasladar al espectador una idea de sensibilidad estudiada. Dibuja los elementos, ubicándolos, determinando su posición con claridad, para, luego, complementarla con la incorporación del color, de diferentes tonos, que llena y determina quien es quien en la objetualidad y las piezas de fruta. Es decir que la pincelada es controlada, medida, buscando la armonía en entornos perfectamente dibujados, sin salirse de la propia determinación final. Sus bodegones son expresamente sucintos, porque busca la serena distancia de lo barroco, permitiéndose consolidar espacios a medida, generados a partir de una actitud calculada, justa, armónica, ubicada en la actitud, siempre considerando las posibilidades de desarrollo de la idea. Traza un discurso específico a partir de la voluntad de la esencia del color, aquella que le permite saborear cual perfume, el sabor del cromatismo, la evidencia de los planos de tonos intermedios, pero siempre procurando destacar la temática y su contenido. No pretende dar protagonismo a los fondos, sino que se interroga por la composición, dado que el dibujo es el protagonista, para compaginarlo con el poder evocador de la aguada. De esta manera dibujo y trazo, color y forma siguen un discurso marcado por un guión establecido, que, sin embargo, posee una naturalidad evidente, una presentación fresca, directa, agradable, envolvente, hasta el punto de que capta los sentidos para entablar un diálogo a múltiples bandas. La evocación de lo sugerido manda en el complejo sentimiento de que lo que presenta es sugerente porque es bello y la belleza descansa en los recovecos de los detalles del alma. Así, alma, determinación cromática, desarrollo compositivo y espacio se funden en un discurso que huele a música perfumada de las fragancias cromáticas. Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte

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